Un tarotista debe aprender con rigurosidad el antiguo arte de guardar secretos. Uno es depositario de universos emocionales ajenos que podrían fácilmente ser destruidos por un desliz de la boca. Por lo mismo, se ha de vigilar la neutralidad y amoralidad como rasgos de excelencia en la interpretación. No se debe tener miedo ni se puede temblar ante los temas más retorcidos y siniestros que se puedan presentar.
Mis oídos acumulan historias que podrían hacer temblar incluso a los que dicen llamarse fuertes. He viajado al infierno a través de mis interpretaciones y he regresado con el aprendizaje necesario para hacer evolucionar el maravilloso arte del tarot.
Conozco la adrenalina y el riesgo que se siente al entrar en los campos de información que flotan entre las luces y sombras de la humanidad. Sé que para leer el tarot se debe también sobrevivir a el. Quién no logra atravesar sus enrevesados caminos guarda silencio y alienado se aleja de sí mismo.
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