Lo primero que hay que decir antes de recomendar esta película es que se enmarca dentro del género dramático y aunque la temática de las drogas parece estar ya muy repetida en el mundo del cine en esta historia el asunto abarca una dimensión más amplia porque no se conforma con exponer la vida de los afectados como si de un escaparate se tratase sino que además profundiza en el entorno social en el cual se mueven. De esta forma el director va más allá del morbo e intenta explicar que el drogadicto no es más que la última fase de un problema largamente incubado en la sociedad en dónde como un error sistémico la ansiedad, la ambición y la neurótica búsqueda del reconocimiento hacen mella en los individuos que gradualmente entran en una espiral de destrucción.
Muchas personas encontrarán cierto paralelismo con la historia de Trainspotting y no es extraño ya que ambas intentan introducirse en el tema de la adicción no solo como un show sino como un escenario real que confirma el fracaso en algunos vértices de una sociedad aparentemente ordenada y civilizada. Si Trainspotting eleva el discurso a la esperanza del drogadicto que es capaz de romper la rueda del vicio gracias a un egoísmo positivo en Requiem for a Dream esta esperanza se esfuma y cuenta una historia que cae en picado de una forma que impacta y que no necesita escenas extremas ya que logra su cometido enfocando en asuntos emocionales que producen desasosiego como son la soledad de una madre, la falta de conciencia de un joven de buen corazón o la lenta caída en la oscuridad de una pareja que un día se prometió amor y lealtad.
Requiem en latín quiere decir descanso y refiere a antiguas costumbres destinadas a despedir a los difuntos lo que tiene sentido cuando entendemos que en esta película lo que agoniza son los sueños de los protagonistas que parecen despedirse del espectador. Pese a esta carga melancólica la historia nos mantiene siempre expectantes y es precisamente esa virtud la que produce que nos comprometamos con ella. Nos invita a buscar en su afilada y estética crítica social nuestra responsabilidad para aplicar conciencia en nuestros pequeños mundos en dónde se cuela de forma constante aquel fantasma formidable que aplasta sueños y nos sensibiliza con sutil violencia. Porque el problema de fondo nunca son las drogas ni la adicción sino todo aquello que sucedió antes: el sinsentido, la falta de empatía y el olvidar que somos células en un enorme organismo llamado sociedad.
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